Te miro, viejo tronco, y veo en tus grietas abiertas el claro reflejo de un pasado que ahora queda atrás. El tiempo ya te va deshaciendo en forma de minúsculas partículas que el viento esparce y reparte, para convertirte en alimento de vida nueva y fresca.
Y así aprendemos que nada es en vano. Que la vida se alimenta y nutre a base de pequeñas muertes: aquellas que ocurren porque sí, y aquellas otras, las más numerosas si cabe, que son las que causamos nosotros mismos en nuestro caminar y aprendizaje. Las sendas de la vida siempre van hacia adelante y aquí somos nosotros mismos quienes decidimos, finalmente, qué llevar en esa mochila que cargamos.
Atrás te dejo, viejo tronco. Y si antes fueras árbol verde, vivo, bello y fresca sombra para el caminante en los largos días de verano, hoy eres ese instante para parar, pensar y abandonar aquí lo que ya no ha de viajar conmigo.
Hasta los viejos troncos son precursores de nueva vida.. todo es una rueda 🙂 Abrazos de luz, Rafa ❤
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Así es, Mamen… Hay lugares que sin como hitos en el camino. Lugares para detenerse y pararse a pensar, que es un poco como despojarse de todo aquello que ya no es necesario… Y la vida sigue fluyendo.
Un abrazo para ti también 🙂
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Nada pasa porque sí, es cierto. Y todo pasa por alguna razón, que no sé si se me escapa o no aunque yo no culparía a nadie nada más que a ese destino de cada uno…hagas lo que hagas. Te sobrevendrá lo que haya de ser para ti no sin antes admirar a esos viejos troncos que son capaces de olvidar sus grietas, contagiarse del entorno y ansiar vivir de nuevo. Un abrazo y buenas noches ya.
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Exactamente, Paz. Y esos troncos nos permiten detenernos el instante preciso para soltar aquello que ya no nos acompañará.
El tiempo siempre es un buen amigo, también
Buena tarde y un abrazo!
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El tiempo, siempre el tiempo. Amigo o enemigo según se mire. Un abrazo.
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Siempre que veo un tronco cortado me acuerdo de mi abuela. Contábamos los anillos de los chopos cortados.
Bonito relato.
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Gracias, Car! Un abrazo
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